Bolsonaro y el apoyo evangélico
Hoy responde: J. Norberto Saracco
Cuando la figura de Jair Bolsonaro comenzó a crecer meses atrás, los que intentan entender los hechos transitaron las tres etapas que ya habían vivido en el caso de Donald Trump en los Estados Unidos. Primero, ignorar al candidato: “estos no nos puede suceder”. Segundo, atribuirle su crecimiento al apoyo evangélico: fue y es evidente la cercanía y compromiso de líderes evangélicos destacados y organizaciones evangélicas multitudinarias. Tercero desasociego: “¿Cómo sucedió?”
En la parte que nos toca, como evangélicos, es cierto que nos atormenta y perturba que hermanos/as nuestros apoyen decididamente a semejante personaje despreciable. Nos preguntamos ¿Qué evangelio estamos predicando? ¿Cuál es la escala de valores de ese evangelio? ¿Cómo es posible que el pueblo que debe ser expresión del Reino de los cielos, reino de justicia y verdad, se exprese políticamente de esta manera? Podríamos ligeramente aventurar respuestas, pero debemos reconocer que no sabemos. Es evidente que el fenómeno es de tal magnitud que no alcanza con decir, como al principio, “es por los evangélicos”. ¿Cómo explicar los millones de negros que lo votan o las decenas de millones de mujeres que lo apoyan, a pesar de lo que Bolsonaro dijo de unos y otras con toda claridad?
El desafío que nos plantean estas nuevas realidades es apasionante. No lo resolvemos con las etiquetas que se intentan poner desde los resentidos eclesiásticos: “Es un evangelio de conservadores”, “retrógrados”, “fudamentalistas”. Tampoco las perimidas interpretaciones del cleptoprogresismo tardío latinoamericano.
Estamos entonces frente a la necesidad de levantar nuevas preguntas a partir de las nuevas realidades. Intentar entender los fenómenos sociales y religiosos con nuevas herramientas. Ya expresaba proféticamente Comblim esta disociación entre la realidad y nuestro entendimiento cuando en su famoso sincericidio dijo: “Nosotros optamos por los pobres pero los pobres optaron por los pentecostales”. Si no sabemos hacer las preguntas, jamás llegaremos a las respuestas. He aquí el desafío.